Los ojos cerrados expresan la mirada interior. Todo pasa en mi interior, en él hay muchas cosas las reconozca o no. Todo está ahí. Expresa mi conciencia despierta que ve todos mis aspectos y mi conexión o, mejor dicho, mi integración con el universo.
Arriba, está el universo del que soy parte; principalmente está Dios, si un Dios mío, un Dios vivo en mi interior. La elíptica es el infinito. Soy un ser eterno.
El sol y la luna son parte del cosmos al que estoy integrado, la luz y la oscuridad, el bien y el mal. El permanente cambio, nada permanece.
El Garuda que sale de mi cabeza es el ave mítica, simboliza mi naturaleza primordial que ya es completa, perfecta. Mi espíritu lleno de luz, de energía cósmica que vuela hacia Dios.
Los lobos son los miedos y los temores, los odios, resentimientos y las emociones negativas.
La serpiente es el ego. ¿qué me dice al oído? ¿por qué me agarra del cuello?
El búho es la sabiduría. El observador.
El caballo es la fortaleza, la libertad.
El venado es la sensualidad.
Los dos están en una hermosa pradera llena de vida. El árbol que hunde sus raíces en la madre tierra de la que se nutre y extiende sus ramas al cielo donde anidan los pájaros.
La montaña rocosa en mi hombro izquierdo significa mi rigidez. La aridez de las ideas preconcebidas, los dogmas, los conceptos culturalmente preestablecidos, las etiquetas, los juicios. La dureza, la insensibilidad.
El chango simboliza la parte alegre y divertida de mi, romper mi rigidez. No tomarme las cosas tan en serio. Jugar y ser alegre.
Finalmente, la rosa florece en mi corazón, es la bondad, la ternura.
¿Cómo llegué a este autorretrato?
¡Qué difícil explicarlo!, fue algo intuitivo, de pronto quise hacerlo y como tengo mucha facilidad para el dibujo, tomé un lápiz y empecé a hacer bocetos, dejando fluir las imágenes sin imponer ideas o conceptos.
Desde mi juventud he venido trabajando en mi interior buscando respuestas, ¿quién soy? ¿cual es el sentido de a vida?, y muchas más. Inquieto por entender mis emociones, mis impulsos, he realizado muchos estudios, leído muchos libros y tocado diversas puertas como la psicología, la religión, diversas filosofías, meditaciones y otros rituales no tan ortodoxos.
En esta búsqueda siempre me estorbó la noción tradicional del pecado, de la culpa y del castigo eterno en el infierno. La atadura de muchos dogmas que no me dejaban avanzar, tener libertad para comprender mi naturaleza. Fue duro y, tal vez, de sufrimiento intelectual romper con todo ello. Romper con esa noción de un Dios externo y desvinculado que me observa y me juzga. Un ser mejor por deber y no por la voluntad.
Logré un gran avance y fui dando un nuevo sentido a mi vida, superando muchos aspectos de mi persona y encontrado el sentido a los eventos que a lo largo del camino se me presentaron, especialmente aquellos que por violentos y agresivos constituyeron un profundo impacto que me llevaron a conocer el odio y el rencor, entre otros, así como aquellas actuaciones personales equivocadas. Pero con ello también conocí, con grandes dificultades, la hermosa y grandiosa liberación del perdón.
En esa búsqueda e inquietud avanzaba, unas veces mejor que otras, pero claro la velocidad de la vida me envolvía y en ocasiones postergaba este trabajo o no llegué a darle la profundidad e importancia que tiene.
Así, de pronto, sin previo aviso en pleno vigor y salud a los 68 años me llegó el cáncer. ¡El desafío más grande de mi vida!
En cierto sentido, puedo decir que estaba preparado, contaba con las herramientas.
Ha sido, sin duda alguna, la experiencia del cáncer la que me ha llevado a complementar ese trabajo que venía haciendo, a conectarme con mi interior y tomar consciencia de que soy parte del universo, de la esencia divina y sagrada que nos anima. Constatar la veracidad de tantas filosofías que así lo expresan.
Esta adversidad, sufrimiento, dolor e incertidumbre me ha llevado a retomar el sentido y lo importante de la vida. Encontrar las respuestas que tanto anhelaba: ¿quién soy? ¿Cuál es el sentido de la vida?
Hoy sigo en este difícil proceso, pero con mi alma en paz, percibiendo mi naturaleza sagrada.
28 de mayo de 2018
Invitación:
¿Cómo te ves tú? ¿Cómo ves tu interior?
Cierra los ojos y siente tu interior.
Haz una representación gráfica: dibujo, collage, foto o lo que creas que te representa mejor. Si el intento te resulta obscuro o desalentador, inténtalo de nuevo. Has una reconstrucción simbólica de tu imagen. Concéntrate en todos los aspectos positivos de tu persona, todo lo bueno que tienes y, desde ahí observa los negativos objetivamente. ¿Cómo podrías transformarlos? ¿qué virtud es necesaria para cambiarlos? ¿tienes la voluntad de hacerlo?
Me encanta tu autoretrato, me encanta la sinceridad y el contenido; es un excelente ejercicio que voy hacer. Gracias Raf.